Despedida a Juan Gelman (1930-2014), poeta y militante argentino ganador del Premio Cervantes
Jan 15Muere Juan Gelman en México
Epitafio
Un pájaro vivía en mí.
Una flor viajaba en mi sangre.
Mi corazón era un violín.
Una flor viajaba en mi sangre.
Mi corazón era un violín.
Quise o no quise. Pero a veces
me quisieron. También a mí
me alegraban: la primavera,
las manos juntas, lo feliz.
me quisieron. También a mí
me alegraban: la primavera,
las manos juntas, lo feliz.
¡Digo que el hombre debe serlo!
Aquí yace un pájaro.
Una flor.
Un violín.
Una flor.
Un violín.
Juan Gelman (1)
El 14 de enero de 2014 falleció el
poeta, traductor y periodista nacido en Buenos Aires. Durante la última
dictadura (1976-1983) argentina debió partir al exilio – estaba
condenado a la pena de muerte -. Su hijo, nuera fueron detenidos desaparecidos, aunque logró recuperar el contacto con su nieta nacida en cautiverio.
El gobierno argentino decretó tres días
de luto oficial. A continuación transcribiremos algunos medios de
comunicación, aun los mas distanciados de su militancia política.
* * *
A LOS 83 AÑOS, MURIO JUAN GELMAN, FIGURA
CENTRAL DE LAS LETRAS IBEROAMERICANAS Y COLUMNISTA DE PAGINA/12 DESDE
SU PRIMER NUMERO (2)
El hombre que hizo hablar a las palabras más allá de la muerte
Ni el recuento de los merecidos premios
literarios ni el repaso de su imponente obra, ni el recuerdo de sus
luchas y sus pérdidas alcanzan para darle dimensión a lo ocurrido: con
Gelman se van el poeta, el periodista y el militante que cruzó las
imposibilidades del lenguaje para crear nueva vida.
Por Silvina Friera
“Ha muerto un hombre y están juntando su
sangre en cucharitas,/ querido juan, has muerto finalmente./De nada te
valieron tus pedazos/mojados en ternura./ Cómo ha sido posible/que te
fueras por un agujerito/ y nadie haya ponido el dedo/ para que te
quedaras.” La tristeza es enorme, infinita, insoportable. La lengua
castellana está de riguroso luto. Ha muerto Juan Gelman, ayer, a los 83
años, en la ciudad de México, donde residía desde hace más de
veinticinco años. Ha muerto el poeta que llevaba la poesía tatuada en
los huesos. Ha muerto el más grande de los poetas argentinos, nuestro
Premio Cervantes, el hombre que extremó el elástico del lenguaje y sus
imposibilidades convirtiendo verbos en sustantivos y sustantivos en
verbos para arañar la realidad que se escurre entre las manos. El poeta
que mutaba para permanecer, refractario a las normas, al piloto
automático o al funcionamiento aluvional de “la maquinita” expresiva,
como prefería llamarla. Ha muerto el hombre que transformó las heridas
en versos memorables –”la memoria es una cajita que revuelvo sin
solución” o “el frío tiembla en puertas del pasado que vuelven a
golpear”–; una voz indomable, tan cercana y querida, en la cornisa del
susurro, con esa cadencia grave y profunda por donde flameaban siempre
las chispas de una ironía elegante y juguetona.
Tercer hijo de una familia de
inmigrantes ucranianos, Gelman nació en Buenos Aires el 3 de mayo de
1930. No sobraba dinero en esa familia, pero se ahorraba de a centavitos
para ir al Colón una vez al año. Su hermano mayor, Boris, le recitaba
versos de Pushkin en ruso. Lo llevaba a un rincón apartado y Gelman, a
sus siete años, caía rendido por el ritmo y la musiquita de aquellas
palabras que no entendía en absoluto. A los nueve años decidió escribir
poemas a una vecina dos años mayor. Al principio le mandaba versos de
Almafuerte, como si fueran propios, pero la indiferencia de la nena lo
obligó a dar un paso más. La batalla no sería sencilla. Entonces probó
escribir él mismo; tampoco obtuvo respuesta. Ella siguió por su camino;
él se quedó con la poesía. Y sus lectores del mundo, claro, agradecidos
de la reticencia de la vecinita. Todavía no había pegado el estirón
cuando “el pibe taquito”, como era conocido en los potreros de Villa
Crespo por el modo de empujar la pelota, publicó su primer poema en la
revista Rojo y Negro. Tenía once años. Juan, niño precoz que aprendió a
leer a los tres años, cursó la secundaria en el Nacional de Buenos
Aires. Empezó a estudiar la carrera de Química, pero, como contó más de
una vez, le interesaba “mucho más la poesía que la descomposición del
átomo, los protones y los neutrones”. Probó varios trabajos, pero eligió
el oficio de periodista para ganarse la vida. Lejos de despreciar la
faena periodística, Gelman lo entendía como un género literario “que se
escribe bien o se escribe mal”.
Su itinerario periodístico arrancó en Orientación, semanario del Partido Comunista Argentina (PCA), continuó en el diario La Hora hasta que en 1962 entró en Xinhua, la agencia china de noticias. En la revista Confirmado, a la que ingresó en 1966, se encargaba de la sección de libros. Después seguirían la sección internacional de Panorama y La Opinión (1971-1973), la revista Crisis (1973-1974) y la jefatura de redacción del diario Noticias (1974). Con el regreso de la democracia se sumó a Página/12,
donde escribió desde su primer número (cubriendo el histórico juicio
del criminal de guerra nazi Klaus Barbie) hasta la contratapa del último
domingo.
Del ambiente de la militancia en el PC,
surgió el grupo El pan duro, integrado por Gelman, José Luis Mangieri,
Héctor Negro y Juana Bignozzi, todos muy jóvenes y por entonces poetas
desconocidos. Eran tiempos difíciles para publicar y peor aún cuando se
trata de poesía, “esa Cenicienta de la literatura que apenas ocupa
rinconcitos en los catálogos de las grandes editoriales”. Los miembros
del grupo decidieron autofinanciar sus propias ediciones a través de un
método: vendían bonos de diez pesos, que era lo que podía costar un
ejemplar. Hacían recitales, fiestas populares en clubes como Vélez
Sarsfield y a medida que reunían el dinero elegían por votación el orden
de los libros a publicar. Así apareció Violín y otras cuestiones, su
primer libro de poesía, publicado en 1956, prologado por Raúl González
Tuñón, quien destacó que en ese poemario “palpita un lirismo rico y
vivaz y un contenido social, pero social bien entendido, que no elude el
lujo de la fantasía”. Entre otras virtudes, Tuñón ponderaba “la forma
ágil, fresca, variada en tonos y matices”, de un poeta “nacional,
porteño, muy nuestro”, que “recién comienza y ya está maduro”. Esa
sorprendente madurez se expandió en Gotán (1962), que significa tango al
revés; en Cólera Buey (1965) y en Los poemas de Sydney West
(1969) con formas y ritmos que pescaban al vuelo las inflexiones del
habla porteña, además de traducciones simuladas de poemas. Entonces ya
se vislumbraba lo que pronto sería una certeza: que ninguno de los
libros de Gelman se parecen entre sí. Que cada libro nuevo postulaba una
ruptura radical con el anterior. Como si fuera y no fuera a la vez el
mismo poeta.
En la década del ‘60 sus ideas se
radicalizarían más a la izquierda y se alejaría del PC, partido que
luego lo expulsó de sus filas. “Fue el momento de la Revolución cubana y
un grupo de nosotros sostenía que ese hecho era una línea divisoria”,
explicó. “Se hablaba de llegar al socialismo por la vía pacífica;
nosotros vimos en Cuba otro tipo de posibilidades.” En 1967 se incorporó
a las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR) y cuando FAR y Montoneros
se fusionaron en una única organización, en 1975, Juan fue enviado al
extranjero para denunciar públicamente la represión y la violación de la
Triple A. Hay golpes en la vida, tan fuertes… se podría parafrasear a
César Vallejo, uno de sus poetas preferidos. En 1976 secuestraron a sus
hijos Nora Eva y Marcelo Ariel, junto a su nuera María Claudia
Iruretagoyena, quien se encontraba embarazada de siete meses. Su hijo y
su nuera desaparecieron, junto a su nieta nacida en cautiverio. La
ruptura con Montoneros llegó cuando la conducción planteó “esa locura de
la contraofensiva militar, que condujo a la muerte a las mayoría de la
gente que participó en ella”. El poeta, por entonces ya exiliado, volvió
clandestinamente al país en 1978, con el objetivo de que un puñado de
periodistas pudiera ver lo que estaba pasando en Argentina, el terror de
la dictadura cívico-militar. Durante siete años no escribió ni publicó.
Regresaría al ruedo con Hechos y relaciones, texto en donde emerge el
dolor en carne viva del exilio y las muertes. En 1989 el presidente
Carlos Menem firmó el indulto. Juan objetó la medida a través de una
nota publicada en este diario: “Me están canjeando por los
secuestradores de mis hijos y de otros miles de muchachos que ahora son
mis hijos”, se quejó.
“Me cavo para no encubrirte más con
visiones de tu abrigo largo. Un parpadeo dura mucho cuando se aparta el
ser de sí en vuelos sin rumor. Libre aún entre muros de cemento y cal
viva/arrojado a que nunca fueras certidumbre”, se lee en uno de los
poemas recientes que le dedicó a su hijo. El 7 de enero de 1990, el
Equipo Argentino de Antropología Forense identificó los restos de
Marcelo, encontrados en un río de San Fernando dentro de un tambor de
grasa lleno de cemento. Lo habían matado de un tiro en la nuca. En 1998
descubrió que su nuera había sido trasladada a Uruguay y que había sido
mantenida con vida al menos hasta dar a luz a una niña en el Hospital
Militar de Montevideo. A partir de ese momento lanzó una búsqueda
incansable para hallar a su nieta, apoyado por escritores, artistas e
intelectuales. En 2000 finalmente se reunió con su nieta María Macarena
Gelman García. “¡Marcelo Gelman! ¡Presente!” El hijo del poeta, entre
otras víctimas de la dictadura militar, sonó más vivo que nunca ese
jueves 31 de marzo de 2011, cuando el Tribunal Oral Federal 1 juzgó a
los represores del centro clandestino Automotores Orletti. Eduardo
Cabanillas, el asesino de Marcelo, fue condenado a prisión perpetua.
Juan decía que no sintió nada. Ni alegría, ni odio. Nada. Y se preguntó
por qué. La respuesta está encadenada en los textos que integran Hoy, el
último libro que publicó el año pasado. El poema “VIII” es el primero
dedicado a su hijo: “¿Cuánta sangre cuesta/ ir de saber a contramano/
del olvido al horror/ de la injusticia a la justicia? ¿Hay que tocar los
altares ardientes/ evitar la vergüenza/ la falta que preocupaba a
Teognis/ interrupción del día? El beso del lazo se convierte en el lazo
que el asesino ajusta. Desvío sin límite ni fondo ni virtud. La mismidad
es un espejo roto en tercera persona y oigo tu mano dibujando un pájaro
azul”.
Definir su poesía como política –un
malentendido generalizado– es reducir y etiquetar la obra de un poeta
que ha demostrado, libro tras libro, la insensatez de enjaularlo cuando
él se ha dedicado, con una obstinación pocas veces vista, a deshacer y
rehacer los modos de poner en juego la lengua. “Cuando se habla de mi
poesía como política pienso que el error está en pensar que vivo
conectado a la realidad las 24 horas del día. No todo lo que sucede en
el mundo me despierta la necesidad de escribir un poema. Como ciudadano,
tengo compromisos y responsabilidades que no tienen que estar
necesariamente en la poesía. La ideología de alguien forma parte de su
subjetividad, pero no es toda su subjetividad –decía el poeta en una
entrevista de Página/12–. No me afecta ni en un sentido ni en otro que
digan que mi poesía es política. Lo que me importa es mi trabajo como
poeta, no me preocupa lo que digan los demás, tienen todo el derecho a
opinar. Pero francamente lo único que influye es la lectura de la
poesía, y el trabajo de escribirla.” Todo lo que se escribe, advertía
Juan, es un largo fracaso en el intento de conseguir atrapar a la
poesía. “Si uno insiste en este oficio ardiente que es la poesía es
porque espera la aparición del milagro, pero como decía Dylan Thomas lo
milagroso de los milagros es que a veces se producen.”
Juan agradecía los premios que fue
recibiendo en los últimos años: el Premio Nacional de Poesía en
Argentina (1997), el Premio Cervantes en 2007; los premios
iberoamericanos de poesía Ramón López Velarde (2003), Pablo Neruda
(2005) y el Reina Sofía (2005); y el Premio de Literatura
Latinoamericana y del Caribe Juan Rulfo (2000), entre otros. Sin dudas
eran un estímulo y reconocimiento. “La poesía habla al ser humano no
como ser hecho, sino por hacer, le descubre espacios interiores que
ignoraba tener y que por eso no tenía –planteó en el discurso de
aceptación del Reina Sofía–. Va a la realidad y la devuelve otra. Espera
el milagro, pero sobre todo busca la materia que lo hace. Nombra lo que
la esperaba oculto en el fondo de los tiempos y es memoria de lo no
sucedido todavía. Sólo en lo desconocido canta la poesía. Ella acepta el
espesor de la tragedia humana, pero no obedece al principio de realidad
sino al orden del deseo. Choca contra los límites de la lengua y va más
allá en el intento de responder al llamado de un amor que no cesa. Es
un movimiento hacia el Otro, pasa de su misterio al misterio de todos y
les ofrece rostros que duran la eternidad de un resplandor. Corrige la
fealdad, es ajena al cálculo y da cobijo en sus tiendas de fuego. Se
instala en la lengua como cuerpo y no la deja dormir.”
Cómo no evocar las palabras que
pronunció cuando recibió el Cervantes, frente a los Reyes de España. “Es
algo verdaderamente admirable, en estos tiempos mezquinos, tiempos de
penuria, como los calificaba Holderlin, preguntándose: ¿para qué poetas?
¿Qué hubiera dicho hoy, en un mundo en el que cada tres segundos y
medio un niño menor de cinco años muere de enfermedades curables, de
hambre, de pobreza? Me pregunto cuántos habrán fallecido desde que
comencé a decir estas palabras. Pero ahí está la poesía: de pie contra
la muerte”. El poeta repasó el significado que tuvo leer a Santa Teresa y
San Juan de la Cruz durante el exilio al que lo condenó la dictadura.
“Su lectura desde otro lugar me reunió con lo que yo mismo sentía, es
decir, la presencia ausente de lo amado, Dios para ellos, el país del
que fui expulsado para mí. Y cuánta compañía de imposible me brindaron.
Ese es un destino ‘que no es sino morir muchas veces’, comprobaba Teresa
de Avila. Y yo moría muchas veces y más con cada noticia de un amigo o
compañero asesinado o desaparecido que agrandaba la pérdida de lo
amado”, confesó el autor de una obra descomunal compuesta por más de
treinta títulos en la que cabe destacar Citas y comentarios (1982),
Interrupciones II (1986), Carta a mi madre (1989), Salarios del impío
(1993), Dibaxu (1994), Incompletamente (1997), Ni el flaco perdón de
Dios/Hijos de desaparecidos, junto a su esposa Mara La Madrid (1997),
Valer la pena (2001), País que fue será (2004) y Mundar (2007), entre
otros.
La lengua de Juan fue la llama que
encendió la temperatura la noche del lunes 26 de agosto pasado, en la
Biblioteca Nacional, cuando el poeta presentó Hoy, 288 poemas en prosa
que transitan el camino del duelo por la desaparición y asesinato de su
hijo Marcelo, pero también dan cuenta del abismo insondable del mal en
el mundo. El poeta leyó durante más de media hora. No volaba una mosca
en la sala. Todos mudos ante versos que se pegan en los labios de la
memoria: “La tierra pule huesos que el tiempo roba sin retorno”.
Página 12. Buenos Aires. 15 de enero de 2014
* * *
Se murió Juan, murió el poeta
Por Mempo Giardinelli
Ay sí, digámoslo: lo primero es la desolación, el miedo, el dolor.
Se murió Juan, el poeta. El más grande
de todos, el de Violín, el de Gotán, el que nos enseñó a gozar de los
diminutivos para la sonoridad contundente de versos inolvidables.
Juan el militante, el que luchó toda su
vida por principios que muchos compartimos. Y así encontró una nieta que
era, es, un poco hijo, hija, una vida que tiembla, seguro, ahora mismo
en Montevideo.
Juan el amigo, el entrañable puteador
que se enojaba cuando uno le decía que no fumara, que la cortara con los
puchos. La última vez hace poco, en Brasilia, entre cenas y
conversaciones interminables como las madrugadas y el calor. Esa noche
se fumó más de medio paquete, y yo, pensando que a Soriano ya se lo
había llevado el tabaco, le dije que no jodiera más con el pucho. Me
retrucó que no jodiera yo, que era un converso y esos son los peores. Y
me miró enojado. Y enseguida se rió como se reía Juan, un poco a lo
niño, celebratorio de sus propias ocurrencias.
Y también déjenme decir lo primero que
sentí: me cago en la puta que la parió a la Parca. Lo dije, y disculpen
pero es lo más profundo y sincero que puedo decir ahora porque, también
debo decirlo, hoy fue un día de mierda porque esta mañana se murió otro
amigo, de nombre Marcelo, no un gran poeta, pero un flor de tipo. Y a
las nueve de la noche esta noticia que paraliza, vamos, el doblete es
demasiado.
Nos vimos mucho últimamente y siempre
tan bien, tan ocurrente y jodón, y tan bien plantado en sus ideas y
principios. Deja helado esta noticia canalla, ante la que uno sólo puede
hacer lo que hacemos nosotros, los periodistas, los escribidores:
contar lo que sucede. Y si lo que sucede es que se murió Juan Gelman,
caramba, entonces conjeturemos: ¿Y mañana qué? ¿Cómo haremos para
levantarnos y mirar el cielo y pensar en México, su otra patria, su otro
entrañable territorio que lo acogió como a mí, como a tantos y tantas
de nosotros? ¿Y cómo vamos a leer poesía de ahora en adelante, si ya no
va a estar Juan?
Denme una idea de tiempo y medida,
porfa, y me pongo a escribir ahora mismo. Eso les dije a los colegas del
diario hace un ratito, casi ya las once de la noche y medio
lagrimeando. ¿Qué otra cosa hacer sino ponernos a escribir, en homenaje
al escriba más grande que teníamos? Yo lo conocí hace como cuarenta
años, en la redacción de la revista Panorama. Juan ya era un prócer del
oficio, y de la información internacional, y ya entonces daba poca bola.
Fumaba a lo bestia, eso sí, pero qué íbamos a pensar, en aquellos
tiempos en que nos sentíamos eternos, en los daños del pucho. Y a la
poca bola le sumaba ese hablar medio cantadito, como de quien se hamaca
en las palabras y eso porque era poeta. Pocos lo sabían, entonces. El
culto a su obra vino después, pero la poesía de Juan ya era enorme
porque nació enorme.
Durante el exilio no fuimos amigos. No
nos dábamos bola, como nos pasó a muchos; eran los tiempos de las
diferencias, que también suelen ser un modo de las construcciones.
Después vinieron los acercamientos. Por terceros amigos, por gente
querida que nos era común y que nos sigue uniendo. Y después fue un
largo vino tinto una noche en Buenos Aires, los dos coincidiendo en
cuánto amábamos esa ciudad que sin embargo habíamos abandonado. Y
después los viajes, su departamento de la Colonia Condesa en el D. F.
mexicano, alguna noche inolvidable de whiskies con picada argentina, y
después Madrid, y más luego Frankfurt, y Brasilia, y Resistencia, a la
que nunca pudo venir, pero siempre me decía que tantas veces había
querido que era como que ya había estado.Cierto: esta nota es berreta.
Por el dolor quizá, por la prisa del cierre. Y porque cuando muere un
amigo duelen hasta las palabras que uno encuentra y ni se digan las que
somos incapaces de encontrar. Y cuando se muere un poeta que además es
el Poeta Mayor de nuestra República, qué palabras va a encontrar
uno.Todo es dolor en esta hora. Dicen que se murió Juan, y entonces qué
sé yo qué decir, si la verdad es que en este momento en que despacho
esta nota por mail a mí me duele todo.
Descansá en paz, Maestro. Ninguna palabra sonará igual después de vos, querido Juan.
Página 12. Buenos Aires. 15 de enero de 2014. (www.pagina12.com.ar)
* * *
Hasta siempre, compañero
Por H.I.J.O.S. Capital (3)
Fue, es esta historia, es esta historia,
la que nos rompió los nombres familiares y nos ha hecho decirle mamá a
una abuela o papá a un abuelo. Fue esta historia, es esta historia, la
que nos hace repensar qué es un “héroe”, qué es un mito: lejos de los
mitos y los “héroes” intocables, están los hombres y mujeres, compañeros
y compañeras, abrazables.
Ahí se va Juan, a alguna reunión con
Rodolfo, Paco y otros tantos compañeros. Allá se va Juan, a contarles a
los 30.000 que pudo encontrar a su nieta Macarena. Allá va Juan, a
contarles a su hijo Marcelo y a su nuera María Claudia cómo es Macarena,
cómo es esa vida que no pudieron matar. Se va Juan, a ese tiempo de los
pasos eternos, a contarles a nuestros padres y madres que todos ellos
siguen vivos en nuestras luchas.
Allá va el compañero, nuestro padrino,
nuestro poeta, a seguir apalabrando el mundo, a seguir mirando con ojos
de dolor y esperanza. Allá se va Juan Gelman: al lugar más justo al que
pueda ir un hombre como él. Como todo compañero, como todo hombre
comprometido y solidario, se va para quedarse para siempre en esta
tierra que no tiembla por el miedo del pueblo, sino por el temor de los
vendepatrias ante tantos hijos de la revolución.
Juan vino con León Gieco al primer
encuentro nacional de H.I.J.O.S.: ahí se hicieron nuestros padrinos.
Vaya a donde vaya, se llevará la condena social para todos los asesinos
de nuestro pueblo. Podrá decirle a Rodolfo que ya pusimos a Videla,
Astiz y más de 500 genocidas en el tacho de basura de la historia. Allá
va Juan, a decirles a todos que no hubo impunidad que nos derrotara y
que para los masacradores de nuestra Patria no existe ni el flaco perdón
de Dios.
Ahora nos queda a nosotros el orgulloso
deber de decir que lo mantendremos en la memoria de la historia, en el
relato que hará que nadie deje de saber quién fue Juan, a pesar del paso
de los años. Empuñamos su memoria: les diremos a todos que Juan fue un
poeta del tiempo, un compañero de la ternura, un respetuoso amigo de los
recuerdos de sus amigos. Con humildad y sencillez, de las
características más destacables de un compañero, abrió sus puertas para
buscar la verdad colectiva, dio sus hojas para que Walsh despidiera a
Urondo. Allá va: se lleva en los bolsillos nuestros abrazos para los
30.000. Hasta siempre compañero, gracias por el amor.
Página 12. Buenos Aires. 15 de enero de 2014. (www.pagina12.com.ar)
* * *
Velan los restos de Juan Gelman en DF junto a su familia y allegados
El poeta, fallecido ayer en México,
donde vivió las últimas dos décadas, será cremado mañana; María Macarena
Gelman García, su nieta recuperada, llegará desde Uruguay para despedir
a su abuelo
Los restos del poeta Juan Gelman,
fallecido ayer por la tarde en Ciudad de México a los 83 años, eran
velados en el DF. Foto: AFP
Los restos del poeta Juan Gelman,
fallecido ayer por la tarde en Ciudad de México a los 83 años, eran
velados en el DF, donde vivió las últimas dos décadas tras el exilio al
que lo obligó la última dictadura militar argentina, y mañana serán
cremados.
Los restos del autor de “Cólera Buey” y
“Gotán” eran despedidos desde la mañana mexicana, mediodía en Argentina,
en la Funeraria García López, ubicada en General Prim, en la colonia
Juárez, informó el diario local El Universal.
El gobierno argentino declaró tres días de duelo nacional por la muerte del escritor y referente de la militancia política.
La familia de Gelman informó al matutino
que mañana a las 12 llevará a cabo la ceremonia de cremación, luego de
que arribe a esa ciudad su nieta María Macarena Gelman García (hija de
Marcelo Gelman y María Claudia Iruretagoyena, desaparecidos durante la
última dictadura militar argentina), quien partió esta madrugada desde
Montevideo, Uruguay.
En tanto informó que “no se planean
actos oficiales” en homenaje a Gelman, quien preparaba un poemario que
sería ilustrado por el pintor Arturo Rivera.
“Frente a la muerte de Juan, las
palabras guardaron un minuto de silencio”, dijo la escritora Cristina
Pacheco en las afueras de la funeraria donde tiene lugar la velación del
poeta, periodista y traductor Juan Gelman.
Su compañera de vida, Mara La Madrid y
otros familiares se reunieron en la sala de velación adonde llegaron
escritores como José María Espinasa, Daniel Goldin, Myriam Moscona, Rolo
Díez, Eduardo Langagne, Philippe Ollé y Adolfo Gilly.
Escritores de todo el mundo continuaron
recordándolo: “Juan era una persona con una biografía realmente
dramática, por no decir trágica, pero se comportó siempre sin hacer
ningún tipo de galardón de esta tragedia”, remarcó el premio Cervantes
español Antonio Gamoneda a la agencia de noticias EFE.Mientras que el
mexicano Eduardo Lizalde, amigo personal del poeta, lo recordó como “un
gran poeta, personalísimo, y un hombre muy valiente que padeció
persecuciones, cárceles, dictaduras, por expresar sus puntos de vista
contra los totalitarismos, sobre todo contra la dictadura militar
argentina, de la que tuvo que huir”.
“Supo conciliar un tono latinoamericano”
y “encontrar una forma personal de expresarse conjugando el
conocimiento de su propio timbre argentino y las lenguas españolas que
conocía con mucha amplitud”, resumió Lizalde al despedirse de Gelman.
Agencia Télam
La nación. Miércoles 15 de enero de 2014 (www.lanacion.com.ar)
* * *
Muere el poeta argentino Juan Gelman a los 83 años
(CNN Español) – El poeta y periodista
argentino Juan Gelman a los 83 años en Ciudad de México, según fuentes
allegadas a la familia citadas por la agencia Télam.
Gelman vivió en el exilio durante la última dictadura militar en Argentina.
Nació en Buenos Aires el 3 de mayo de 1930 y llegó a México en 1961…
En 2007, Gelman fue galardonado con el Premio Cervantes.
En 2000 ganó el premio Juan Rulfo y en 2005 el premio Reina Sofía de Poesía.
Según el periódico mexicano Milenio, del cual Gelman era colaborador, su hija, hijo y nuera desaparecieron durante la dictadura.
De su producción poética destaca Violín y
otras cuestiones, El juego en que andamos, Velorio del solo, Gotán,
Sefiní, Los poemas de SidneyWest, Traducciones, entre otros.
Fue autor de más de treinta libros y escribía una columna semanal para el matutino Página/12.
En su juventud militó en la Federación Juvenil Comunista, y más tarde hizo parte de las filas del peronismo revolucionario.
Críticos literarios acuñaron el término
gelmaneo para referirse a la capacidad del escritor de crear
neologismos, diminutivos y rupturas de sintaxis, contó el escritor y
ensayista José Ángel Leyva en 2012, durante la presentación de una
reedición del libro Cólera buey.
Además de su carrera como escritor,
Gelman dedicó buena parte de su tiempo a buscar a su nieta, Macarena,
quien nació en cautiverio en Uruguay.
El hijo de Gelman, Marcelo, fue
secuestrado en 1976 en Buenos Aires, Argentina, y su cadáver apareció
poco después. La esposa de Marcelo fue trasladada a Uruguay, donde se le
perdió la pista y dio a luz a la niña de la que estaba embarazada. Su
cuerpo nunca ha sido encontrado.
El poeta, que nunca dejó de buscar a su nieta, la encontró en el año 2000. La niña había sido entregada a un policía uruguayo.
El caso de Macarena fue emblemático de
los niños que nacieron en cautiverio de padres secuestrados durante la
dictadura Argentina. Después de confirmar su parentesco, el poeta y su
nieta restablecieron su relación, aunque ella reconoció que era
complicado por la distancia debido a que ella vive en Uruguay.
* * *
Para Juan Gelman / Adolfo Gilly
Juan, esperá un momento. ¿Quién te
andaba apurando, si había todavía un poquito de tiempo? Sí, ya sé, pero
es que aquí tengo un libro que te traje de Francia y aún no te entregué.
Te lo manda una vieja amiga, Michèle Goldstein-Narváez. ¿La recuerdas?
Es un libro de cartas, enviadas a inicios de los años 40 desde el ghetto
de Varsovia, que los exiliados polacos en París recibían cada vez
menos, cada vez menos. Se llama Esperamos siempre vuestras noticias,
porque así terminaban las cartas entre los exiliados y los que habían
quedado encerrados en el ghetto.
Vos sabés cómo es eso, vos que
escribiste aquella vez a tu madre: recibí tu carta 20 días después de tu
muerte y cinco minutos después de saber que te habías muerto / una
carta que el cansancio, decías, te interrumpió. ¿Te acordás, Juan? Nos
escribimos poco en estos años de exilio / también es cierto que antes
nos hablamos poco, le decías en esa carta escrita entre Ginebra y París.
Anduviste siempre en el exilio, Juan, y
cuando de aquí te ausentabas te sentías exiliado de México, esta tierra
donde dijiste que te ibas a morir. Cumpliste, querido, aunque tal vez
sea sólo una de esas cosas de tus conversas largas y nocturnas.
Bueno, Juan, ya me dijeron que no puedes
esperar, que ya saliste hacia allá. ¿Sabes? Me hablaron hace un rato
desde tu Buenos Aires para decirme de tu viaje. Estaba yo leyendo, de
veras te lo digo, unas líneas de Giuseppe Tomasi di Lampedusa en Il
Gattopardo, cuando describe al Príncipe de Salina, don Fabrizio, al
regreso tardío de una fiesta, mirando el oriente del cielo por encima
del mar:
Venus estaba allí, envuelta en su
turbante de otoñales vapores. Ella era siempre fiel, esperaba siempre a
don Fabrizio en sus salidas matinales, en Donnafugata antes de ir de
caza, ahora después del baile. Don Fabrizio suspiró. ¿Cuándo se
decidiría a darle una cita menos efímera, lejos de la torpeza y de la
sangre, en su propia región de perenne certeza?
Por allá andarás, Juan, gorrión raspado,
tucán extremista, calandria filológica, llevando como siempre al hombro
la mañana. El Príncipe de Salina y el Lucero del Alba te estarán dando
su luz de bienvenida.
La Jornada. 14 de enero de 2014 (www.jornada.unam.mx)
* * *
Liberar la lengua poética
Por Daniel Freidemberg *
La verdad es que a Juan Gelman, por
muchos motivos, se le puede reconocer una importancia poética que muy
pocos alcanzaron en toda la poesía en español. Un aspecto es que de
Gelman se puede decir que liberó a la lengua poética, le permitió hacer
sus propias búsquedas en función de sus propias necesidades y de una
manera muy personal, que es muy argentina también. Por otro lado, la
otra característica es la actitud de búsqueda permanente de salir a
encontrar algo siempre; el decía que a la poesía nunca se la alcanza,
porque la poesía es un misterio y eso lleva al poeta a romper con lo que
se está haciendo y a ir hacia otras cosas, lo que lo lleva a hacer una
poesía más jugada, a andar por caminos insospechados.
Esa actitud jugada la tuvo en la vida y
en la poesía. Y eso, en la poesía, la volvía política aun en los poemas
que no eran de temática política. Aunque también lo llevaba a incluir lo
político, claro. Y en su condición humana, Juan era una de las personas
más educadas, amables y gentiles que conocí en mi vida. Tenía un trato
sobriamente afectuoso, lo que lo volvía un tipo seductor, daban ganas de
estar con él al mismo tiempo que imponía respeto, pero siempre
encontraba la manera de romper la solemnidad con algún gesto de humor,
alguna frasecita. Al mismo tiempo que podía ser muy duro y muy irónico,
cuando la situación lo ameritaba. Era muy inteligente y apasionado, pero
capaz de mirar las cosas con distancia. Para mí, un libro clave de él,
donde rompe con toda la poesía que venía haciendo y pasa a hacer algo
totalmente nuevo, por lugares donde nadie pudo ir, es Cólera Buey, pero
particularmente la que más me gusta es su poesía más difícil, la más
desafiante, que hizo en los últimos diez o quince años. Y cada libro me
gustó más: creo que su último libro, Hoy, reclama un lector capaz de
jugarse tanto como el autor para leerlo, para encarar la aventura
espiritual que propone.
* Poeta
Página 12. 14 de enero de 2014 (www.pagina12.com.ar)
* * *
Murió el hombre que escribió la revolución, el dolor y el amor
POR PATRICIA KOLESNICOV
Fue uno de los poetas más importantes
del país. Ganó el Cervantes en 2007. Supo hacer alta poesía con palabras
comunes, como casi nadie, y llegar al corazón de millones.
Había decidido matar a la derrota y
había dejado el compromiso por escrito: “Te nombraré veces y veces./me
acostaré con vos noche y día./noches y días con vos./me ensuciaré
cogiendo con tu sombra./te mostraré mi rabioso corazón./te pisaré loco
de furia./te mataré los pedacitos./te mataré uno con paco./otro lo mato
con rodolfo./con haroldo te mato un pedacito más./te mataré con mi hijo
en la mano./y con el hijo de mi hijo/muertito./voy a venir con diana y
te mataré./voy a venir con jote y te mataré./te voy a
matar/derrota/nunca me faltará un rostro amado para matarte otra vez.”
Así había prometido, cuando terminaba la década del 70, cuando tantos
rostros amados (Rodolfo Walsh, Paco Urondo, Haroldo Conti) ya estaban
bajo tierra, cuando el hijo ya había sido desaparecido. Así se había
parado frente a la muerte Juan Gelman, que era poeta, que era militante,
que usó las palabras como una palanca para mover las piedras del
secreto. Con belleza las usó y eso las hizo eficaces. O tal vez fuera la
eficacia su belleza. Juan Gelman, ese poeta argentinísimo, porteñísimo,
murió ayer a las 16.30 hora de México, donde vivía. En los papeles dirá
que sufría un síndrome mielodisplásico, una forma de leucemia. Su nieta
Macarena, que nació en cautiverio y fue recuperada gracias a la acción
de Gelman y de su primera mujer, Berta Shuberoff, viajaba anoche desde
Uruguay para participar del velorio, que se hará hoy a las 9 en el DF.
Gelman tenía 83 años. Nadie se atreva a hablar de derrota.
Gelman había nacido en Buenos Aires, para ser exactos, en la Villa Crespo judía e inmigrante.
“Pertenezco a una familia judía de
origen ruso. Soy el único nacido en la Argentina”, contó alguna vez. Lo
acunaron en ruso, con el hermano recitando versos de Pushkin. “Han
pasado más de sesenta años pero todavía recuerdo algunos, sin saber el
idioma”, contaba en 1996. Los versos y la política se le harían carne
desde chiquito. El padre había estado en la Argentina y volvió a Rusia
atraído por el triunfo de la Revolución, en 1917. Pero “el destierro de
Trotsky marcó para él el fin de la esperanza. El pequeño espacio
democrático se había acabado”.
Se hizo de Atlanta, leyó, creció, estudió en el Nacional Buenos Aires, entró al Partido Comunista.
A mediados de los ‘50, en el país
gobernaba la dictadura de Aramburu y Gelman fundaba, con Juana Bignozzi,
José Luis Mangieri y otros, el grupo Pan Duro. Querían hacer “poesía en
armas”. Querían poesía política, popular, con aires de tango. Desde ahí
salió, en 1956 su primer libro: Violín y otras cuestiones.
“A través del poeta, porteño, nacional,
muy nuestro, se ve al ciudadano del mundo”, definía Raúl González Tuñón
en el prólogo. El libro empezaba casi con un deseo: “¡Quién pudiera
agarrarte por la cola/ magiamanfasmanieblapoesía!”
Un par de años después llegó El juego en
que andamos, un libro con poemas de amor, con versos a Roberto,
Antonio, Juan, Esteban, que “ bajo sus nombres de albañil/ se fueron de
la vida ”, con una descripción del juego que es la vida: “Si me dieran a
elegir, yo elegiría/ este amor con que odio,/esta esperanza que come
panes desesperados./Aquí pasa, señores/que me juego la muerte ”.
En 1962 salió Gotán, un libro clave, un
manifiesto desde el título “al vesre” que arranca con un poema de amor
que sacude hormigones y que arranca “Esa mujer se parecía a la palabra
nunca” para cerrar “Cuando se fue yo tiritaba como un condenado,/con un
cuchillo brusco me maté,/voy a pasar la muerte tendido con su nombre,/el
moverá mi boca por la última vez ”. Y hay Cuba en ese libro y hay
Fidel: “ fidel es un país/yo lo vi con oleajes de rostros en su rostro” .
El, que se iría al exilio algo más de una década, decía entonces: “Hay
que aprender a resistir./ Ni a irse ni a quedarse, a resistir,/ aunque
es seguro/ que habrá más penas y olvido”.
Mucho después, el mexicano Carlos
Monsiváis escribiría que “La obra de Juan Gelman es un ir y venir entre
las atmósferas de todos los días y la reflexión sobre la escritura
poética”. Su amigo Francisco Urondo había dicho que la poesía de Gelman
hacía pensar en alguien que silba lejos. Con el paso del tiempo y de los
libros se fueron definiendo rasgos por los que ese silbido se reconoce
de lejos: hace un fraseo coloquial, puede usar muchos diminutivos, puede
romper la sintaxis y torcerle la conjugación a un verbo hasta hacerlo
regular.
En octubre de 1967 escribió
Pensamientos, allí hablaba del Che Guevara: “El comandante Guevara entró
a la muerte/ y allí andará según se dice” , escribía y dejaba clara su
ruptura con el PC, que había ocurrido en 1964: “pero/ahora nomás/el
comandante Guevara entró a la muerte/ y allá andará según se dice/
pregunto yo/ ¿quién habrá de aguantarle la mirada?/ ¿ustedes momias del
partido comunista argentino?/ ustedes lo dejaron caer/ ¿ustedes
izquierdistas que sí que no?/ ustedes lo dejaron caer.”
Para entonces, ya era un militantes de
las Fuerzas Armadas Revolucionarias, peronistas-guevaristas. Y de ahí
pasaría a Montoneros.
Amenazado por la Triple A, sale del país en 1975 como una especie de embajador de Montoneros.
Nunca volverá a vivir en el país. Su
exilio lo llevó a Roma, a Madrid, a Managua, a París, a Nueva York y a
México. Trabajó como traductor de la Unesco.
En 1976 desaparecieron su hijo y su
nuera, lo que marcaría su vida. Se ha dicho de sobra que no hay palabras
para nombrar a quien pierde un hijo, pero el poeta la buscó:
“deshijándote mucho/deshijándome”, escribió en 1980.
En 1982 murió la madre; Gelman estaba
exiliado, no podía volver, no pudo conseguir un pasaporte falso. En 1989
escribiría versos en los surcos de ese desgarro: “vos / que contuviste
tu muerte tanto tiempo / ¿por qué no me esperaste un poco más? / ¿temías
por mi vida?” En el año 2000 ganó el Premio Juan Rulfo y en 2007, ese
Nobel de las letras en castellano que es el Cervantes. Cuando se lo
dieron mencionó a Marina Tsvetaeva: “La gran poeta rusa aniquilada por
el estalinismo, recordó alguna vez que el poeta no vive para escribir.
Escribe para vivir”, dijo, hablando de sí mismo, claro.
El año pasado le preguntaron cuál era la palabra representaba a los argentinos. “Boludo”, dijo el poeta, coloquial hasta el fin.
Hay más libros, más poemas, todos con la tristeza amable que llevaba en los ojos. Lo creman mañana.
Clarín. 14 de enero de 2014 (www.clarin.com)
NOTAS
(1) Derretido. Carolina Crisorio
(2) Juan Gelman con sus nietos.
(3) Hijos e Hijas por la Identidad y la Justicia contra el Olvido y el Silencio (H.I.J.O.S.)
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